miércoles

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Ayer cuando volvíamos de la presentación de Mujeres de Dios, y de la cena, volvíamos por Costa Rica, comiendo helado, y pasamos por un bar. En la puerta, había una cámara y una cronista de C5N entrevistando a una chica que me pareció semi-afroamericana. Me acerqué a ver quién era y como no la conocía me enojé un poco. Entonces me di cuenta que a nuestro alrededor se hablaba un idioma extraño. Me asomé por la ventana del bar y vi un grupo de gente vivando a una pantalla que pasaba los números de las elecciones en Minessotta. Le pregunté a C de dónde salieron tantos yanquis, y su explicación fue rápida y sintética aunque estaba basada en el capitalismo y en el tipo de cambio.
A la cuadra siguiente vimos a un chico con una especie de monociclo sin asiento moviéndolo hacia atrás. En un momento escuché el bip de un Nextel y pensé que era de él.
Cuando llegamos a casa vimos un poco de CNN y de TN. Y hoy nos encontramos algo conmovidos por la fidelidad sureña hacia el Republican Party. Me odio por ser incapaz de reproducir lo que pasa por el cerebro de un campesino de Arkansas al momento de votar contra un negro que cita a Lincoln y que te recuerda con su historia de luchador de Harvard que perdiste la guerra y que tus antepasados tenían razón en combatir la perversión amoral de la Unión.
Digo: uno extraña a Mailer y a Huey P. y a Vonnegut, pero este momento es ideal para que lo viera Faulkner.
Creo que es en Luz de agosto donde aparece Joe Christmas, el vagabundo ese de sangre negra, piel café con leche, al que linchan por asesino, pero que, en el fondo, linchan porque tiene la sangre del enemigo.
Ojalá que este negro navidad que acaba de ganar su asiento en la Casa Blanca sea un buen storytelling.
Igual, los mejores negros siempre van a ser otros.


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